CHATARRA ÚLTIMO MODELO
¿Te acuerdas de tu primera computadora? ¿Y del walkman que te acompañaba a todas partes? ¿Y de tu primer celular? Si aún los conservas, probablemente tengas en casa una pequeña fortuna. La nostalgia vende y hay mucha gente dispuesta a completar su colección, pero, en esta ocasión, en Aston queremos centrarnos en los dispositivos electrónicos de los que decidimos desprendernos. Y es que, tarde o temprano, tu televisor inteligente, el mismo que ahora te permite sintonizar cientos de canales y ocupa un lugar privilegiado en la sala, quedará obsoleto y habrá que remplazarlo. Cuando esto suceda, formará parte de los 50 millones de toneladas de basura electrónica que producimos cada año. Sin embargo, según la Organización de las Naciones Unidas solo reciclamos el 20% de esta cantidad.
No tan nuevas tecnologías
Las nuevas tecnologías están muy presentes en el día a día. Las hemos incorporado al trabajo, a la educación o a nuestro tiempo de ocio, pero la verdad es que dispositivos como la computadora el celular y las pantallas llevan décadas con nosotros.
La tecnología avanza muy deprisa y el último modelo quedará anticuado en poco tiempo. Según las estadísticas, cambiamos de celular cada 15 meses. En muchos casos, los dispositivos siguen funcionando o cuentan con componentes electrónicos que pueden ser reutilizados. Por eso, muchos de estos dispositivos se envían a países en vías de desarrollo. Allí se evaluará cada dispositivo para repararlo, reutilizarlo o extraer sus componentes y venderlos en el mercado local.
El mercado de segunda mano permite a los ciudadanos de estos países adquirir computadoras, televisiones o celulares a los que, de otra manera, no podrían acceder. De esta manera, se activa la economía local y se crean puestos de trabajo. Sin embargo, esta práctica también tiene un lado negativo para las personas y el medioambiente.
Agbogbloshie, un vertedero 2.0
Mientras en México contamos con una legislación que regula la chatarra tecnológica, en países como Ghana las leyes son mucho más permisivas. Por eso, muchos de los materiales no aprovechables que reciben estos países acabarán en vertederos locales. Y estamos hablando de cientos de toneladas. Un ejemplo es Agbogbloshie, un barrio de Acra convertido en un vertedero para chatarra electrónica. En esta zona, considerada una de las más contaminadas del planeta, viven 40.000 personas. Muchos de sus vecinos se dedican a la extracción y venta de cobre, aluminio y otros materiales procedentes de la chatarra tecnológica. El principal inconveniente es que los vecinos no cuentan con las herramientas necesarias para realizar esta actividad de forma segura, por lo que utilizan métodos nocivos para la salud y el medioambiente. De hecho, Agbogbloshie tiene una concentración de metales en el agua, el aire y la tierra cien veces superior a la permitida, lo que repercute negativamente en la salud de los vecinos.
Situaciones como las de Agbogbloshie deben hacernos reflexionar sobre nuestros hábitos. Los consumidores y empresas tenemos varios retos tecnológicos por delante: prolongar la vida útil de los productos, reciclar correctamente los componentes y facilitar el acceso a la población más desfavorecida para combatir la pobreza y las desigualdades. Porque la evolución tecnológica, si no es sostenible para todos, no es evolución.